Editorial
El año 2020 se recordará como el de la COVID-19, una pandemia que muchos habíamos previsto pero para la que nadie estaba preparado. La humanidad ha tenido que hacer frente a un recurrente tema de muchas de las películas sobre catástrofes: un virus. El SARS-CoV-2 es un coronavirus que, por causas que todavía están por determinar, saltó de los animales a los humanos y ha provocado, y a día de hoy sigue causando, la peor pandemia de la humanidad desde la gripe de 1918.
Todos los países se han visto afectados, desde los más ricos y poderosos hasta los menos desarrollados y humildes.
Si pudiéramos decir que la pandemia de la COVID-19 ha dejado algo positivo, sería el reconocimiento general de que la ciencia es fundamental para minimizar el impacto sobre la salud y la calidad de vida de todos. En menos de un año, se han fabricado vacunas que ya están paliando los efectos de la infección; pero además, hemos ido conociendo las características de este virus y de la enfermedad y hemos entendido cómo algunos medicamentos ya disponibles, como los anticoagulantes, pueden evitar los casos más graves de COVID-19 y reducir la mortalidad.
Tras unos primeros días de confusión generalizada, los investigadores e investigadoras del CNIC pusieron todo su conocimiento científico a disposición de la sociedad para tratar de encontrar soluciones a esta situación, que se calcula ha provocado la muerte ya a más de 3 millones de personas en todo el mundo y a cerca de 80.000 en España.
Así, el grupo del Dr. Borja Ibáñez analiza el papel protector del fármaco metoprolol ante la reacción inflamatoria exagerada de los neutrófilos en pacientes con COVID-19.
Por su parte, el equipo de Jesús Vázquez usa la proteómica, no solo para encontrar marcadores de la gravedad de la enfermedad y para la toma de decisiones clínicas, sino también para identificar estrategias preventivas y descubrir dianas terapéuticas novedosas.
David Sancho y su grupo han contribuido al desarrollo de la vacuna del profesor Mariano Esteban y Juan García Arriaza en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), basada en el mismo vector viral que logró erradicar la viruela, denominado MVA.
Por último, desarrollar y validar nuevos test de diagnóstico de anticuerpos contra el coronavirus con sensibilidad y especificidad contrastadas y mejoradas es el proyecto en el que está trabajando el grupo del CNIC que dirige el Dr. Miguel Torres.
Estos son solo cuatro ejemplos de cómo la ciencia se ha involucrado en proteger a la humanidad frente a la pandemia más dañina del siglo XXI.
La comunidad científica ha dado un ejemplo de cómo se tiene que trabajar o cómo debería ser la sociedad del futuro. Sin la ciencia no estaríamos ahora vacunando a las personas.
Termino diciendo que espero que esta pandemia haya sido una alarma para que nos volvamos todos más humanos.